En los últimos años, el tablero político de América Latina ha empezado a mostrar un viraje sostenido hacia la derecha, tendencia que se ha consolidado en 2025 con episodios como la reciente elección en Bolivia. Allí, tras casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), los resultados electorales abrieron paso a dos candidatos de corte conservador en la segunda vuelta, lo que marca un cambio de era política para el país andino.
Este giro no es un hecho aislado. Se enmarca en un proceso regional que abarca a países como Chile, Brasil, Perú y Colombia, donde la ciudadanía parece estar castigando a los gobiernos de izquierda, desgastados por la inflación, la inseguridad y los cuestionamientos sobre su gestión económica. En paralelo, candidatos de derecha han encontrado terreno fértil en el descontento social, apelando a discursos centrados en el orden, la seguridad y el crecimiento económico.
En Brasil, por ejemplo, el bolsonarismo conserva una fuerte influencia política, mientras en Chile los sectores conservadores ganan espacio en medio de la crisis de confianza hacia el gobierno progresista. En Colombia, la presión social por los altos índices de violencia y la polarización política también han reabierto las puertas a liderazgos más duros en materia de seguridad.
Analistas internacionales señalan que este movimiento pendular responde a la fragilidad estructural de los proyectos progresistas, muchos de los cuales llegaron al poder con altos niveles de expectativa social, pero se vieron limitados por economías estancadas, sistemas fiscales débiles y la persistencia del crimen organizado. El desencanto ciudadano se traduce, entonces, en un voto de castigo que favorece a la oposición conservadora.
La gran incógnita ahora es si esta “ola de derecha” logrará ofrecer respuestas sostenibles a los problemas históricos de la región: desigualdad, corrupción y violencia. La historia reciente muestra que el péndulo ideológico en América Latina tiende a oscilar entre izquierda y derecha cada cierto tiempo, pero lo que está en juego no es la ideología en sí misma, sino la capacidad de los gobiernos de generar confianza, estabilidad y oportunidades reales para sus ciudadanos.
En ese escenario, América Latina vive un nuevo reacomodo político que redefine alianzas, proyectos económicos y relaciones internacionales, mientras la ciudadanía observa expectante cuál será el rumbo definitivo de la región.