El deterioro ambiental de ríos y quebradas se traduce en riesgos crecientes para la población y el ecosistema. Expertos y autoridades advierten sobre la necesidad de una acción conjunta y sostenida.
Los ríos y quebradas no solo son cuerpos de agua que atraviesan nuestras ciudades; son fuentes esenciales de vida, reguladores naturales del clima, reservorios de biodiversidad y elementos clave en la prevención de desastres. Sin embargo, su mal manejo y abandono han transformado lo que debería ser un recurso vital en un factor de riesgo.
En ciudades como Medellín, donde más de 4.500 quebradas cruzan la geografía urbana, la contaminación, el vertimiento de residuos y la ocupación irregular de zonas de ronda han convertido estos afluentes en focos de emergencia durante temporadas de lluvia. La acumulación de basura y escombros impide el flujo natural del agua y ocasiona desbordamientos que ponen en riesgo vidas humanas y generan millonarias pérdidas materiales.
“El problema no es solo ambiental, es también social y de salud pública”, explica Ana María Ríos, ingeniera ambiental. “Las aguas contaminadas atraen vectores de enfermedades, afectan los ecosistemas locales y, al desbordarse, generan desplazamientos y tragedias familiares”.
Las consecuencias de la falta de cuidado son múltiples:
- Inundaciones urbanas, con daños a viviendas, vías y servicios públicos.
- Deterioro de la calidad del aire por la descomposición de residuos orgánicos en el agua.
- Pérdida de biodiversidad debido a la contaminación y alteración de hábitats.
- Mayor vulnerabilidad ante el cambio climático, por la falta de amortiguadores naturales del agua.
El río Medellín, por ejemplo, ha sido objeto de múltiples esfuerzos de recuperación, pero aún enfrenta problemas de contaminación por vertimientos industriales y domésticos. Las quebradas La Iguaná, La Picacha y Santa Elena han tenido episodios críticos de desbordamiento por falta de mantenimiento y manejo inadecuado de residuos.
Frente a esta realidad, el llamado es claro: la protección de los cuerpos de agua debe ser una prioridad en la agenda ambiental y ciudadana. Es necesario implementar campañas pedagógicas constantes, aumentar las sanciones por vertimientos ilegales, promover la reforestación de riberas y establecer mecanismos de monitoreo ciudadano.
Cuidar las quebradas y los ríos es preservar la vida. No se trata solo de proteger el medio ambiente: se trata de protegernos a nosotros mismos.
La invitación está abierta a todos: desde las instituciones hasta cada ciudadano. Porque el agua es un derecho, pero también una responsabilidad compartida.